Delegar sin miedo: el desafío pendiente de las Pymes

Steve-01

Las empresas familiares son el corazón de la economía en Ecuador y en gran parte de América Latina. Han crecido con esfuerzo, constancia y la visión de sus fundadores, pero también enfrentan un reto inevitable: el momento en que la siguiente generación comienza a participar en la conducción del negocio.

Lo que en principio debería ser una fortaleza —la combinación de experiencia y nuevas ideas— suele convertirse en una fuente de tensión. En una mesa directiva, el fundador insiste: “Siempre funcionó así, ¿para qué cambiar?”. Los hijos responden: “El mercado ya no es el mismo, tenemos que innovar ya”. El resultado: fricción, decisiones lentas y reuniones que no llevan a nada.

Este choque generacional en la toma de decisiones en la empresa es más común de lo que parece. Y, si no se maneja con un enfoque de gestión empresarial, puede paralizar el crecimiento.

El dilema: tradición vs. innovación

El fundador representa la estabilidad. Su manera de dirigir ha traído a la empresa hasta donde está. Para él, repetir lo que ha funcionado es la manera más segura de proteger el legado.

La nueva generación, en cambio, representa la urgencia del cambio. Observa nuevas tecnologías, competidores más ágiles y clientes con expectativas distintas. Quiere innovar, probar cosas nuevas, arriesgarse un poco más.

El problema no es la diferencia de perspectivas, sino la falta de un marco común que les permita construir acuerdos. Sin reglas claras, la toma de decisiones en la empresa se convierte en una lucha de poder.

Cuando no hay puente, la empresa se estanca

Las consecuencias de este choque se sienten en el día a día:

  • Decisiones lentas: las discusiones se prolongan porque nadie quiere ceder.
  • Falta de foco: mientras unos defienden el pasado y otros miran al futuro, se pierde de vista el presente.
  • Equipos confundidos: el flujo de información de la empresa se vuelve contradictorio; no saben si deben hacer caso al padre, al hijo o a ninguno.
  • Bloqueo en los objetivos de la empresa: las metas no avanzan porque no hay consenso en cómo alcanzarlas.

El resultado es que la empresa queda atrapada entre dos fuerzas y, mientras tanto, el mercado sigue avanzando.

Pensamiento estratégico: el terreno común

El antídoto para este choque no está en elegir entre tradición o innovación, sino en diseñar un modelo que combine ambos. Aquí entra el pensamiento estratégico.

El pensamiento estratégico permite tomar distancia de la discusión emocional y enfocarse en lo que realmente importa: cómo asegurar que la empresa siga siendo competitiva y rentable en el futuro.

Esto implica:

  • Reconocer lo que ya funciona y debe preservarse.
  • Identificar áreas donde la innovación puede generar mejoras.
  • Construir reglas claras para decidir juntos.
  • Traducir cada decisión en indicadores que permitan medir avances.

Con este enfoque, la conversación cambia: ya no es “mi manera vs. tu manera”, sino “que necesita la empresa para cumplir sus objetivos”.

Cómo alinear la toma de decisiones en la empresa

  1. Definir reglas del juego claras.
    Quién decide qué, bajo qué criterios y en qué plazos. Esto reduce discusiones interminables.
  2. Establecer objetivos compartidos.
    Los objetivos de la empresa no pueden ser patrimonio de un solo miembro de la familia. Deben ser definidos y asumidos en conjunto.
  3. Crear mecanismos de información transparentes.
    El flujo de información de la empresa debe ser claro y accesible para todos los niveles. La opacidad solo alimenta la desconfianza.
  4. Medir con indicadores simples.
    Si algo se mide, se puede discutir con datos, no con opiniones.
  5. Separar roles familiares de roles empresariales.
    No es lo mismo la dinámica en la mesa familiar que en la mesa de dirección.

De reuniones estancadas a avances visibles

Antes: cada reunión terminaba en bloqueo. El fundador defendía lo conocido, los hijos pedían cambios radicales, y nadie cedía.

Después: con un marco de gestión estratégica, se establecen reglas claras, un foco compartido y un método para medir avances. En semanas, los resultados comienzan a ser visibles: menos discusiones improductivas y más proyectos concretos en marcha.

La diferencia no es que alguien gane y otro pierda, sino que todos se alinean alrededor de un plan común.

Beneficios de construir el puente

Cuándo tradición e innovación se combinan bajo un esquema de dirección estratégica, los beneficios son inmediatos:

  • Mejor clima familiar: la tensión baja porque las discusiones se canalizan en procesos objetivos.
  • Mayor claridad en la toma de decisiones.
  • Equipos alineados con los objetivos de la empresa.
  • Gestión empresarial más ordenada y predecible.
  • Crecimiento sostenible: el negocio conserva su base sólida y, al mismo tiempo, incorpora nuevas prácticas.

Decidir juntos, avanzar parejo

El verdadero reto de las empresas familiares no es elegir entre pasado o futuro, sino construir un puente que una ambos. La experiencia del fundador y la visión innovadora de los hijos pueden coexistir si se canalizan a través de un sistema de gestión estratégica.

Al final, se trata de entender que el legado no se defiende resistiéndose al cambio, sino adaptándolo. Y que la innovación no se construye destruyendo lo que ya funciona, sino sobre la base de lo que dio resultados.

Cuando hay pensamiento estratégico, reglas claras y un plan compartido, la toma de decisiones en la empresa deja de ser una fuente de fricción para convertirse en el motor del crecimiento empresarial.

Porque, en definitiva: decidir juntos es la única manera de avanzar parejo.

Comparte este artículo

Facebook
LinkedIn
WhatsApp
Email